25 al 28 de Octubre. San Cristobal de las Casas, México.
Percusión y análisis teórico para la construcción antirracista, anticapitalista, antimilitarista y descolonial de nuestros feminismos.
Ta-ta-ta-tata. Pum, pumpum, pum, pum, pum. Ta-tatatata-tatatata-tatatata. En tambores para la emancipación memorizamos pequeños fragmentos de letras que se convierten en sonidos y que bien podrían sonar ridículos y descoordinados, o coordinados y cargados de fuerza. Sin partituras, porque de nosotras ninguna es música de formación. Tarareamos para producir esa percusión que decididamente se tomó las calles de San Cristóbal de las Casas para rechazar las violencias hacia las mujeres.
Este módulo que hizo parte del diplomado: Gritar Vida. Herramientas para la transformación desde la Cultura impartido por el Centro de Estudios Superiores de México y Centroamérica –CESMECA– fue un espacio de reflexión para la acción política, un diálogo entre las experiencias de vida de las participantes, la percusión batuquera y algunos debates y análisis teóricos del feminismo decolonial, del feminismo negro y los estudios culturales afrocaribeños.
Partiendo de los principios de la educación popular, esta propuesta reconoce en los tambores de nuestros territorios, una práctica ancestral cimarrona para la emancipación y por tanto para las luchas por la libertad. En medio de la emoción de producir un sonido debíamos pausar para conversar, entre otras cosas, sobre las implicaciones de la lucha antirracista desde el lugar de quien porta el privilegio racial, o para hablar de racismo y colonialidad, o para pensar en las implicaciones de una propuesta emancipadora feminista decolonial, antirracista, y anticapitalista que se moviliza a través de los tambores.
A través de una propuesta metodológica basada en el juego, el teatro, la percusión, las risas, los abrazos y la provocación de incomodidades, conversamos sobre la cara negada de la opresión: el privilegio. Ese que cuando aparece en nuestros debates políticos se convierte en culpa casi cristiana, en resistencia, en negación y en señalamientos, borrando la necesidad de hacer conciencia del mismo para generar acciones políticas que quiebren el monstruo desde la raíz.
Mucho sabemos las feministas de privilegios cuando de prácticas machistas se trata, muy claro tenemos que los compañeros, consientes de la necesaria lucha de clases, no son aliados antipatriarcales per se. Sin embargo, cuando de nosotras se trata, el demonio escapa de su propio espejo y entonces preguntarnos, por ejemplo, por el racismo y pensarnos desde los lugares de privilegio que portamos es casi imposible. El análisis de la relación entre privilegios y opresiones es fundamental para nuestras luchas políticas, a pesar de ello, esta conversación sigue siendo la razón de muchas rupturas o en el peor de los casos de un prologando silencio cómplice, el silencio de quien tiene plena conciencia de los sistemas de opresión pero no reconoce ni actúa ante sus propios privilegios.
En tambores para la emancipación, la relación entre privilegio y opresión fue un punto central de la conversación. Nada quedó completamente abordado o discutido, sin embargo, un uso responsable de los tambores para la emancipación hizo imprescindible la profundización en el análisis del racismo estructural, cotidiano, institucional y por supuesto del racismo político presente en el feminismo y en las izquierdas. El tambor no es decoración en la calle, no es un artilugio para llamar la atención o para simplemente convocar, los tambores son historia antirracista y en esa medida quienes se cuelgan un tambor para gritar libertad tienen un compromiso con sus propias historias de vida y con la historia ancestral de ese instrumento que portan.
Alejandra Londoño
-GLEFAS-
Fotografías: Adriana Ramos Zepeda y Alejandra Londoño.